¿Por qué tenemos tantos restaurantes?
Creo que el "fet gastronòmic" catalán es una expresión más de nuestra cultura y refleja nuestra manera de ser. De siempre, las reuniones con amigos o familia han ido asociadas a la buena mesa; las múltiples citas gastronómicas del calendario anual (calçotades, xatonades, boletades -setas-, garoinades -erizos-, cargolades -caracoles-) han justificado toda clase de actos sociales y hasta las tradicionales festividades Navideñas se convierten en las celebraciones culinarias por excelencia, tanto en el entorno familiar (Navidad, Fin de Año) como en otras modalidades más recientes (las cenas de empresa, por ejemplo) un fenómeno de popularidad creciente año tras año.
Esta apreciación cultural se ve apoyada por el entorno que nos rodea: el mar, la buena climatología y la variedad de productos que de ellos se derivan, conforman una oferta muy diversa y variada, dejando la puerta abierta, así mismo, a la importación e integración de otras gastronomías de nuestro alrededor (francesa, italiana, árabe, griega, etc.) que son bien acogidas por un público receptivo, aún enraizado en la "dieta Mediterránea".
Finalmente, nuestra larga tradición turística y el interesante mercado que aporta, de volumen considerable y estacionalmente desconcentrado (ya que el turismo de "sol y playa" es complementado por el de "ferias y negocios") ha sido de siempre una importante ayuda y refuerzo para esta red restauradora, tanto en cantidad como, muy especialmente, en calidad.
Como vemos, no se trata de un fenómeno nuevo, una estrategia publicitaria o una moda pasajera. Hay un mercado potente (tanto local como foráneo) consumidor activo de gastronomía. El ejército de establecimientos que existe a nuestra disposición está, en consecuencia, socialmente apoyado (las profesiones vinculadas a la restauración disfrutan de prestigio, hay una importante red de formación en hostelería) y responde tanto a una demanda fuerte y continuada de servicios de restauración como a la evolución cultural que tiende cada vez más a resolverlos fuera de casa.
Esta apreciación cultural se ve apoyada por el entorno que nos rodea: el mar, la buena climatología y la variedad de productos que de ellos se derivan, conforman una oferta muy diversa y variada, dejando la puerta abierta, así mismo, a la importación e integración de otras gastronomías de nuestro alrededor (francesa, italiana, árabe, griega, etc.) que son bien acogidas por un público receptivo, aún enraizado en la "dieta Mediterránea".
Finalmente, nuestra larga tradición turística y el interesante mercado que aporta, de volumen considerable y estacionalmente desconcentrado (ya que el turismo de "sol y playa" es complementado por el de "ferias y negocios") ha sido de siempre una importante ayuda y refuerzo para esta red restauradora, tanto en cantidad como, muy especialmente, en calidad.
Como vemos, no se trata de un fenómeno nuevo, una estrategia publicitaria o una moda pasajera. Hay un mercado potente (tanto local como foráneo) consumidor activo de gastronomía. El ejército de establecimientos que existe a nuestra disposición está, en consecuencia, socialmente apoyado (las profesiones vinculadas a la restauración disfrutan de prestigio, hay una importante red de formación en hostelería) y responde tanto a una demanda fuerte y continuada de servicios de restauración como a la evolución cultural que tiende cada vez más a resolverlos fuera de casa.
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